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La Calma y El Silencio

Buscando un grito de guerra en el
eco de mi garganta,
hallé la paz en el silencio de tu alma.

Fernando A. Narvaez

Desde siempre, muchos son los que se retiraban a la soledad de los montes a meditar y en el silencio de los volcanes nevados y de los pequeños valles ocultos, se buscaban a sí mismos.

Pero Quetzacóatl les decía:

“Aquellos que buscan el Silencio en la calma nunca lo encontrarán desnudo. Para desnudarlo hay que buscarlo entre el bullicio.
¿De qué sirve a un corazón tener calma en medio de la soledad?, ¿A poco no es como la calma que tiene un lago estancado en un valle?
Más, ¡Qué grande es un corazón cuando en medio de las dificultades y los problemas conserva la calma y se viste con el silencio! Es como el torrente que resbala sereno por la ladera de la montaña.“

Es muy fácil encontrar la paz en lugares donde el único ruido que se aprecia es el canto de un pajarillo o el ruido del viento al mover las hojas y de repente pensar que se ha encontrado al fin la paz y la calma que se buscaba.

Pero, lo que sucede es que al volver al bullicio de la ciudad y se encuentran de nuevo inmersos en esa marea, vuelven de nuevo a agitarse y sus corazones alterados olvidan el lugar en donde guardaron la calma y peor aún.. se dan cuenta de que no pudieron encontrar su paz interior.

Aquel que busca su silencio interior debe buscarlo en medio del ruido, de las voces, de los gritos y al encontrarlo debe llevarlo hasta su corazón y escucharlo. En ese momento todo el ruido del mundo, todos los gritos existentes desaparecerán.

“Y en verdad les digo, que ni cien tormentas, ni la explosión de mil volcanes podrían ya nunca separarte de él”.

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2 comentarios:

Diva de noche dijo...

Cuando la calma se incrementa, mayor está la cercanía de su interrupción. Y cuando el bullicio hace más sónoro su estruendo, más pronto y de súbito vendrá su apagamiento.

Maldito Duende dijo...

Conociendo y, gracias a la vida que Dios me ha dado, lo que se comenta en el comentario de arriba. Es que justamente escribí lo que escribí.
Mucha razón hay en la solución cómoda de buscar la paz en el ruido del viento que mueve las hojas, o en el canto de los pájaros.
Pero también hay algo de razón en que no todas las almas tienen la paz necesaria para brindarnos la calma. Yo aposté doble por un alma que estaba en llamas. ¿Cómo lo hice?
Trayéndola conmigo al medio del bullicio de la ciudad, ahí, juntos... encontramos la paz que tanta ansiamos.
Me llena de orgullo que una cita mía se vea reflejada en un blog del planeta. ¡Gracias por ello!
Mis respetos
Fernando A. Narvaez

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