Éste era un hombre que no hacía más que contemplar la palma de su mano izquierda. No le interesaba la luna, ni el mar, tampoco las estrellas.
Conocía todas las líneas dibujadas en su palma, desde la más tímida hasta la más atrevida, la que dividía su palma en dos partes sin temor a ser observada. Sabía de los caminos, las intersecciones, las curvas, los retornos; hubiera podido salir con los ojos vendados del laberinto en su mano.
Creía que si era capaz de conocer a tal grado su mano, facilmente podría reconocer la palma de quien sería, con toda seguridad, el amor de su vida.
Cada tarde se sentaba en la banca de un parque, siempre en la misma posición para permitirle al Sol acariciar por un instante su mano antes de ocultarse.
Una de esas tardes pasó frente a él la mujer cuya palma correspondía exactamente a la suya.No caminaba, era como un hoja llevada por el viento que soplaba suavemente y dibujaba figuras azules en su pelo.
El nunca miró, sólo sintió el viento tibio.Observaba sorprendido como se evaporaba lentamente de su mano la linea más bonita y pura de todas. Al tiempo que la mujer se perdía para siempre entre las hojas de otoño.
Conocía todas las líneas dibujadas en su palma, desde la más tímida hasta la más atrevida, la que dividía su palma en dos partes sin temor a ser observada. Sabía de los caminos, las intersecciones, las curvas, los retornos; hubiera podido salir con los ojos vendados del laberinto en su mano.
Creía que si era capaz de conocer a tal grado su mano, facilmente podría reconocer la palma de quien sería, con toda seguridad, el amor de su vida.
Cada tarde se sentaba en la banca de un parque, siempre en la misma posición para permitirle al Sol acariciar por un instante su mano antes de ocultarse.
Una de esas tardes pasó frente a él la mujer cuya palma correspondía exactamente a la suya.No caminaba, era como un hoja llevada por el viento que soplaba suavemente y dibujaba figuras azules en su pelo.
El nunca miró, sólo sintió el viento tibio.Observaba sorprendido como se evaporaba lentamente de su mano la linea más bonita y pura de todas. Al tiempo que la mujer se perdía para siempre entre las hojas de otoño.
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