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Laura Yasán, Premio Casa de las Américas



Plegado en sí

como un juego de cubos infinito
una muñeca rusa que guardara en el fondo
los gajos de una flor crecida en una grieta
hago trinchera en el silencio
y es la palabra que no digo
el ladrillo de furia en la cara del miedo
un lunes con la lengua cortando el paladar

lo que resta es apenas un átomo de tiempo
una laguna quieta duplicando la imagen del presente
plegándola en sí misma
para aguantar la vida adentro de la vida
mi corazón latiendo en su mensaje turbio

¿es posible morir de intensidad en la jaula del cuerpo?
¿es posible que en ese atardecer
brille el error como una luna enferma
que me devuelva limpia al punto de partida?

lo real es impuro
podría soportar esa fragilidad
si conservara intactos los ojos cuando vuelvo
si pudiera ganarme la otra parte del día
merecer el misterio



Uno entre tantos

para hacer de un hombre
uno entre tantos
cualquiera del montón
maleable
inconsistente

pongamos en su vida tres mujeres
una madre
para que pueda sentirse protegido
una hermana
para que pueda sentirse superior
y una esposa
para darle hijos
que den a su existencia
por así decir
algún sentido

luego habremos de darle
la religión
un dios para temer

así podrá sentarse
a esperar milagros




Palabras no

no hay nada verdadero en las palabras

todo lo que conozco
es este parador en medio de la ruta
un bloque de concreto bajo el cielo infinito

todo lo que deseo
es arrancarme de los pies
este vendaje sucio estos zapatos húmedos

lo poco que comprendo
viaja de la belleza a la locura
de la locura a la belleza
y no termina nunca de llegar

tengo ese hábito
un tránsito frenético a la luz
el fulgor que no existe
y me sigue alumbrando como una estrella muerta

todo lo que persigo termina devorándome
es el atardecer y no quiero saberlo
no quiero moderar el estallido
no quiero que se extinga
no llegaré a la noche esperando palabras
ya fui sequía

si es necesario un bosque
para que el fuego arda un día más
ahora seré rayo



Perdida

busco a la otra
solía aniquilarla un fuego helado
en los días lluviosos
escribía esos versos cargados de crueldad
giraba en esa fiebre hasta vaciarse
postergada o ajena
destilaba un color elemental

maldita
a esa la busco

dormir sobre su ausencia
es vivir en el centro de una página en blanco

soy la extranjera
que le cedí mi cuerpo para esconder sus bestias
del sol que las mataba
que soñó pesadillas en mi estómago
que desgarró mi sexo
para nacer los niños que después se comía

muda heredera
soy ahora la cáscara que muerde su silencio
esclava sin tirano
vagando en un castillo perdido en un país
que sólo existe cuando ella lo nombra



Parte de la obra poética de Laura Yasán
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