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Historia de un Hombre.


Quiero contarles una historia de amor, pero no es una historia cualquiera, es una que me robó el alma y me devolvió la ilusión. Esta me ha hecho pensar que amar no es sólo sentir, sino tambien ser capaz de correr una maratón para ganar una medalla olímpica para entregarla a quien nos provoca tal sentimiento o bien, ser feliz con un simple beso.

Bueno, les presento al personaje central de esta tierna historia; un chico bien dotado, guapo, musculoso, poseedor la una bella y cautivante sonrisa tipo vikinga, dientes con destellos plateados que opacan la luz del sol, voz pausada, de ademanes tan sexys como los de Rambo en su primera película y lo más importante; no tiene grasas acumuladas en zonas conflictivas y su cabello es el mismo con el que nació, digo, la misma cantidad. No me detendré mucho en comentar que este guapo especimen masculino, mueve legiones de féminas que lo seguirán donde él lo pida [sus admiradoras lo bautizaron 301]. Su encanto natural lo hace... letal.

La vida de este Adonis, salido de una revista de historietas para adultos, era sencilla, sin grandes sobresaltos y tampoco grandes emociones que le alteraran el buen funcionamiento de su hígado. En otras palabras, diría que semejante homo erectus, vegetaba, ya que nada de lo que vivía le hacía sentir pleno. Había en ese bello representante del sexo opuesto algo así como un gran hastío que le dificultaba salir de su lecho cada día.

Su existencia consistía en eternas charlas con los amigos, borracheras ocasionales, aventuras amorosas que sólo le dejaban una suave estela de perfume de mujer y una tibieza breve en el lado derecho de su cama [duerme en el izquierdo, hábito que jamás cambiará], por eso, era común verlo con expresión indiferente pescando calamares gigantes en esa playa que según cuenta la gente que le conoce, visita desde que era un niño con pocos dientes, preguntándose a sí mismo si esa era la vida que siempre tendría porque sentía que había algo más que eso, pero no había respuesta.

Un día, todo cambió para él. Lo supo desde que comenzó el día, algo le avisaba que ese no sería como todos, algo pasaría que haría distinto su mundo a contar de ese momento. Estaba inquieto, su corazón latía a ritmo acelerado y sus manos temblaban notoriamente, tanto que derramó el café varias veces, provocando el asombro de sus amigos. Nadie dijo nada, sólo observaron con atención, quizás, ellos también percibían que ese no sería un día más en la vida de nadie.

Cuando la luna ya casi se dormía, se produjo el milagro y tenía nombre de mujer. No era una mujer cualquiera, no señor, ésta tenía algo especial, digamos un genio podrido y una mordacidad que espantaba hasta al más valiente galán. Nuestro Adonis, la observaba divertido hasta se atrevió a acercarse, pero fue rapidamente repelido, no obstante, algo en su corazón le advirtió que debía quedarse. Y se quedó. No hace falta contar las muchas veces que salió disparado por la ventana, pero, lentamente, con esa ternura que posee y que no usa con frecuencia, fue abatiendo a la recalcitrante y bravía amazona.

Poco a poco fue abriendo un corazón lleno de matices y descubrió también que volvía a reir, se reinstaló en su noble alma la ternura y el deseo de prodigarla. Cada noche buscaba la compañía de esa mujer sin rostro y de cientos de palabras que leía con interés. Aprendió a dejar libres sus emociones, conoció el valor de los silencios y la ansiedad que provoca la espera para ver aparecer a un ser que le abre la puerta a la sensibilidad. En fin, su mundo se llenó de mil cosas que ya conocía, pero que había olvidado. Ahora canta, ríe y grita al viento que es feliz, le dijo adiós a las noches de juerga y a esas pieles que no le dieron nada. Hoy sólo espera la madrugada para ver un corazón dibujado con dos nombres y que despierta todas sus emociones de hombre nuevo.

Sus amigos le miran sin saber qué decir, pero a la vez, les gusta esa nueva imagen que notan en él. No quieren preguntar, algún día sabrán la razón de ese cambio, por ahora, respetan su secreto y su emoción. Son compañeros fieles que llevan un camino común, ya no les sorprende que tiré el café o que elija seducir a la luna en su oscura guarida a la que ellos no tienen acceso, por ahora, compartirán su alegría nacida una noche en la que ellos no estuvieron cerca. Lo miran sonrientes alejarse. Dejó de ser 301 como dicen sus rendidas admiradoras, hoy simplente es Mercurio el Dios de los pies alados que vuela raudo a buscar la compañía de una mujer que nadie conoce, pero a la que todos le dan rostro.

Bueno, esta es la historia de un hombre que conoció el amor cuando ya había perdido la fe. Ahí está él, riendo y soñando con que un día, quizás nada lejano, estrechará fuertemente entre sus brazos a una mujer que descubrió casi por casualidad cuando sus caminos se cruzaron una tibia noche de sábado.

Allá arriba, en una pequeña nube, hay un angelito de carita traviesa que lanza flechas doradas que dan justo en el corazón de desprevenidos seres humanos que caminan sin ver lo bello que les rodea. Quizás ellos, al igual que 301, vean desde hoy que la vida es linda y que si son capaces de amar, ya habrán tocado el cielo con las manos.

A.

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