En un lugar muy remoto a donde nunca nadie había podido llegar, vivía un bohemio señor.
Este señor tenía la apariencia de ser una persona apacible, a golpe de vista…era un buen hombre.
Era una persona feliz, siempre estaba contento al compás de su arpa, siempre estaba pleno, se notaba que el pertenecía a allí.
Con su larga barba blanca y su pelo rizado también cano y largo -el cual se veía que lo cuidaba con buen champú por el excelente estado que lo tenía- se daba el gusto de endulzar con dos o tres cucharaditas de rimas azucaradas a toda la intensidad.
El vivía en una barca, una de esas de pescadores, ni muy chica ni muy grande, esta, era transparente, a él no le interesaba pintarla de naranja, ni ponerle nombre, tampoco usaba remos, para que usarlos, si a él le gustaba deambular por el infinito, tampoco usaba salvavidas, total para que, si no existía marineros o bañistas por allí, el vivía a sus anchas, el era un bohemio señor.
De bohemio tenía todo, le gustaba escribir, pues donde el pasaba se percibía, -como se percibe a una princesa bella, sensible y armoniosa- el romanticismo que expele el sublime arte de la literatura.
También osaba demostrar sus dotes para afirmar su voz cristalina y envolvente, la que embriagaba a quién la escuchaba y que solamente era él.
Cuando de repente le venían ganas de dormir, dormía y allí comenzaba una de las cosas más lindas de esta historia, empezaba a soñar.
Por bohemio soñó que quería disfrutar los placeres que le brindaban sus sueños, que siempre eran buenos.
El sueño que creyó era el más grande que le había sucedido, comenzó a hacerlo realidad.
Este consistía en tomar su vieja pipa, sumergirla en el fluido que sostenía a su barca transparente y una vez llena soplaría la boquilla para crear burbujas.
Cuando nació la primera pompa, le pareció tan hermosa que inmediatamente sopló de nuevo para crear una segunda, una tercera y así sucesivamente hasta no poder contarlas.
Entre tantas apareció la que le embelezó más, era mediana, con colores vivos, primero azul, luego un verde, mas allá un amarillo, más acá un marrón.
Entonces la sostuvo en su mano izquierda y con el dedo índice y el pulgar la hizo girar- más no por bohemio sino vago- este acto de rotación le permitía observar y deleitarse con los colores de la burbuja sin tener que cansarse haciéndola girar y entonces…la soltó.
Entonces tomó a una de las tantas burbujas con su mano diestra y la rozó una y cien veces contra su pecho –similar a lo que hacemos con las manzanas para sacarles brillo- y cuando ya no pudo soportar el poder del calor que le había infringido, la colocó cerca de la burbuja multipoder, pero no mucho, no fuera que arrebatase a la hermosa pompa.
Lo que se le pasó por alto fue no hacer girar a ese foco de luz, pero después cavilando llegó a la conclusión de que no importaba, total mirar por donde se mirase siempre se vería nada más que luz, eso…si se pudiera mirar.
En ese momento pudo observar la extraordinaria obra de arte que estaba creando, más por autocrítica que por otra cosa se dijo para sí mismo faltaban detalles, no permitiría que viniera nadie a decirle, está muy bien pero le falta esto, aquello, etc.
Por eso una vez más demostró su inmensa capacidad de imaginación, por qué crear – decía el- crea cualquiera, pero le faltaba otra óptica, él a sus creaciones las miraba de aquí, de allá, pero nunca desde adentro, éste sería el comienzo de un nuevo desafío.
Se puso colorado, luego azul, luego transparente, luego chiquito, pero muy chiquito para su talla normal, ahí fue donde aspiró un poco y pasó a su color de inicio, ahí aspiró lo necesario.
Entró en la burbuja multicolor y empezó a caer suave y sin prisa y al cabo de un momento terminó su descenso para quedar maravillado, él que nunca había salido de su barca, ahora estaba con sus pies diminutos sosteniendo sobre una especie de alfombra de terciopelo verde, tan hermosa era la sensación que no podía creer como el había creado tanta suavidad, de pronto algo le golpeó en la cara, era como sentir sus propios soplidos, nada más que más frescos y claro por estar en algo que nunca se le había pasado por la cabeza estar, fue a ver de donde provenía.
Si había quedado maravillado antes, lo que sus ojos ancianos estaban viendo no tenía comparación.
Era una mezcla de azul y plateado- estos colores siempre lo habían atraído – pero lo más increíble era que se movían y emitían sonidos, se acercó más para escuchar que decían esas voces y otro poco mas se fue , pero igual no entendía, - que va a entender si la única voz que siempre escuchó fue la de él mismo- miró para el ahora celeste y ya no había celeste, era como si se esfumara el color y se fundiera en el transparente, se asustó – como no hacerlo, algo se había movido dentro de la transparencia- ¿qué pasaba?, si el había nacido en lo incoloro, todo lo conoció de arriba abajo, de diestra a siniestra y siempre se estaba todo quieto allí, lo único que siempre desentonaba era él mismo con su barca cargada de imaginaciones, miró de nuevo y otra vez el movimiento, pero esta vez, se tiró en el terciopelo verde boca abajo para poder observar mejor a eso que se movía, y cuando acercó sus oídos para escuchar que le decía el movimiento, algo lo sacudió, le pegó en el rostro, no le dolió, pero lo sorprendió al punto de asustarlo, - hay que razonar que este había sido un bohemio señor siempre y nunca había salido de su barca y ahora había algo que lo enfrentaba- por dentro le vino como deseo de saber por qué era atacado así de repente, y no se lo respetaba como todas las cosas donde había estado, así lo hacían, y se le vino como un brote de ira –sentimiento que siempre se juró no desarrollan, pero nunca lo habían retado, así era fácil concretar un juramento, pero ahora las cosas cambiaban- y un ataque de egocentrismo autoritario lanzó sus manos hacia la transparencia parlante y otra vez se sorprendió , pues en un momento se encontró de bruces enfrente a el movimiento que salió huyendo por el estrepitoso ruido que su diminuta humanidad había producido.
Cuando cayó en el agua, el segundo movimiento que había visto era nada más que un pequeño pez.
Hasta entonces su no conocida situación- la que hoy todos llaman soledad- le hacía creerse por supuesto que era la única inteligencia.
Al cabo de unos instantes y ya incorporado y con su faz fresca y húmeda como jamás lo había estado, miró hacia donde había venido y lo que observaba era un celeste pero en algunos lugares, esotros estaba salpicado delicadamente por pinceladas blancas y grises.
Siguió mirando hacia arriba, de un lado a otro y su vista tropezó de repente contra una potencia que jamás hubiera creído haber podido crear, tropezó con la burbuja de la luz, esta inmensa luz creada por él ahora lo lastimaba, le hacía daño a sus ojos bonachones, no tuvo tiempo para reprochar solo tiempo para taparse los ojos y esperar a que pasara el dolor.
Cuando este cedió miró hacia el agua de nuevo y otra vez notó el movimiento, otra vez allí se encontraba el pez.
Esta vez no le temió, porque pensándolo en sus adentros se decía, si huyó es porque me teme, no debo mostrar mi temor, lo miraré fijo y de frente, que sepa quien manda
Pero de nuevo se equivocó pues el pez no solo se movía sino que también hablaba y para mas asombro lo hacía en su idioma, esta vez quien casi huye era él y no lo hizo porque el pez le habló con voz suave, tierna y pausada diciéndole:
- hola, ¿cómo estás?, perdona que haya huido recién, lo que pasa es que sino lo hacía me hubieras aplastado.
El bohemio señor miraba y no lo creía por lo tanto ni se movía, menos hablar, por lo que el pez siguió hablando.
- ¿me estás escuchando no?
Entonces el bohemio señor contestó medio cohibido:
-Si… te escucho y aunque no lo creas ni yo tampoco, te tengo que dar la razón, disculpa, cómo te llamas?
- Yo me llamo pez y soy un ser que solo vive en donde tu te haz caído y que se llama agua.
-Ah! La transparencia se llama agua, que bueno y que dulce es, la verdad que a pesar del sofocón primero, ella me ha agradado mucho, Ah! Perdona, no me he presentado, yo me llamo “Bohemio señor” y vivo allá arriba, vine a mirar como era por dentro mi burbuja multicolor, como comprenderás todo lo que estoy experimentando es nuevo para mi, en lo que puedas ayudarme te lo agradecería mucho.
A lo que el pez asintió y comenzó por enseñarle algunos nombres de lo que él conocía y le dijo:
- primero, aquí no te llaman “bohemio señor“aquí te llaman “Dios” y vives si allá arriba, lo que llamamos infinito y lo que te ha lastimado los ojos no se llama burbuja de luz, aquí se llama sol y tu burbuja multicolor la conocemos como tierra. Este nombre se lo puse yo – decía el pez- fue una noche que me tomé como tres sorbos de agua de más y me embriagué, y como siempre anhelé vivir en donde tu estás parado aproveché mi descontrol y lo bauticé a la inversa de cómo debería ser, locuras de borracheras, viste.
- ah! El agua embriaga
-No, a ti no, ya crearás tus embriagueses, pero a mi que casi nunca bebo y como lo único que aquí puedo beber es agua, llegué a la conclusión que cuando me emborracho lo hago siempre con agua, y a ti solo te calmará la sed.
- Yo no sé que es la sed
-Anda prueba un poco de mi agua, pero suave, no sea que la enturbies y me tenga que ir, no sabes lo fea que se pone cuando se ensucia, la verdad espero que nunca suceda.
“El bohemio señor”, ahora Dios, probó del agua del pez y dijo:
-OH! Que estupenda, probaré otro poco, siempre he tenido como un ansia en la garganta y no sabía como curarlo, así que era la sed OH! Qué rica que está, gracias pez, por no ser egoísta y compartirla conmigo, uy! qué buena, sí, sí que placer…ah!
Dios se regodeaba con tanto placer y el pez parecía que disfrutaba verlo feliz, que más podía pedir, estaba viendo a Dios y por sobre todo lo veía feliz, ¡qué buen día –se decía por dentro- es el de hoy!
Creyendo que había hecho lo suficiente, es decir, darle la bienvenida a la tierra, calmarle la sed y tranquilizar a Dios, el pez creyó que era tiempo de por fin descansar, pues antes tuvo el arduo trabajo de poner nombre a todo lo que desde su lugar podía ver, árboles, pájaros, plantas, arenas, playas, caracoles, perros, vacas, ovejas, hormigas.
Porque ya existían las hormigas, los sapos y las arañas, etc., y de cada cosa nombrada, ponerle nombre a cada espécimen que fuera distinto de otro, así que imagínese el lector que trabajo tuvo el pez, y razone, que cuando hay agua salada es porque el pez, está de nuevo trabajando, entonces volviendo a lo anterior, el pez quería descansar por eso le habló a Dios de nuevo, interrumpiendo sus baños de placer:
.Hey!....hey….hey Dios, che! Escúchame.
El pez tuvo que insistir, pues Dios no tenía más concentración que para su calmante sed.
-Che…che Dios! Espera un poquito, ya vas a tener tiempo de bañarte, atendeme…hey! atendeme por favor!
Fue ahí que Dios cesó su divertimento al notar que el tono de voz del pez ya no era tan suave y le preguntó:
-Dime que te sucede pez?
-Te tenía que decir que me voy a descansar, que te vayas a otro lado a seguir mi trabajo de ponerle nombres y clasificarlos, yo ya laburé demasiado ¿me entendés o no?
Después si tenés alguna duda y te la puedo evacuar vení no más y golpeá con las manos en el agua que yo te atiendo enseguida.
Es por eso que cuando uno hace este acto, enseguida aparecen las mojarras, estás, son peces que contrató el pez como secretarias cuando que vio que muchos hacían lo mismo, golpear el agua y como el quería descansar y no le daba el tiempo ni las ganas de ir donde golpeaban el agua, ahí es que manda a sus secretarias.
Dios entendió y puso sus pies en otro sentido y comenzó a caminar.
Después de un largo tiempo y creyendo que ya había hecho lo suficiente volvió donde el pez para despedirse y golpeando con las manos el agua, llamó al ya conocido pez, el que se presentó al cabo de unos segundos, este bostezando lo miró y le dijo:
- debe ser importante tu duda para osar venir a despertarme a la hora de la siesta.
- OH, discúlpame, perdí la noción del tiempo, solo vine a despedirme, de nuevo discúlpame…si?
- No hay problema, siempre supe que algún día iba a suceder, lo que no pensaba era que fuera hoy, así que te vas no más?
- Sí creo que está completo tu trabajo, ahora mío, , así que me voy donde mi barca para poder apreciarlo desde allá, lo que sí te iba a pedir es si no podrías convidar con un poco de agua, es para tener allá arriba y calmar la sed como vos decís, un poco no más.
- Sí, esperame un segundo por favor!
Al rato apareció de nuevo el pez con un envase de refresco deshechable completo con agua.
- Tomá, tené cuidado que no tiene tapa, no sea que se te caiga un poco.
- Ey, no te preocupes, si cae un poco no te hará daño, uy, mirá ya inventé otra cosa, tirar agua de arriba hacia abajo, que nombre le pondré?… hum, hum… ya está! –como dice Pulido- que te parece “lluvia”? eh qué te parece?
- Sí, como vos quieras, pero tené cuidado de no tirar mucha que si no me enturbias el agua.
Se dieron la mano y Dios como es bueno y no le gusta robar, le preguntó de nuevo al pez:
- che pez, si me quedo sin agua, puedo venir a pedirte más?
- Sí vení todas las veces que quieras, pero en lo posible llamame solo cuando necesites por algo urgente, ta?
- Ta, ta no te preocupes, te entiendo, a mi también me gusta descansar por eso era lo de “bohemio señor”, viste, no te calentés y seguí descansando, che.
A lo que el pez dio media vuelta refunfuñando por el invento de Dios.
- Lluvia, lluvia, uy que invento, lo único que va a suceder es que no pueda dormir cuando a este se le ocurra jugar, uf!...lluvia, lluvia, hay que escuchar cada cosas en estos tiempos.
Pasado un tiempo y casi seguro nuestro pez con sueño, Dios se puso a mirar la obra que había comenzado, sentado en su barca y tomando un buche de agua, miraba, miraba y miraba.
Buscaba haber si faltaba algo, pero no, todo estaba perfecto, nada más se precisaba para darse cuenta de que en verdad había creado la mejor obra de arte de todos los tiempos y aún más, en ella habitaba su mejor amigo, el pez.
No pudiendo contenerse debía ponerle nombre y pensó y pensó, hasta que salió; concluyó que fue el mejor poema que había creado y sostenía que era el único, de allí que el nombre que le dio fue el de “Universo”.
Para estar seguro de que era él el creador del Universo y para que todos lo supieran debía firmar la obra, pero como hacerlo?, de nuevo pensar y repensar.
La solución que creyó era la mejor y más imaginativa, a la que el pez seguro aprobaría, sería crear un ser a imagen y semejanza de él, allí nació la idea de crear a los hombres.
Quizás si los hubiera creado hoy, de haber visto el desastre que estos han hecho con su universo, no lo hubiera siquiera pensado.
Hoy cuando llueve, yo digo que son las lágrimas de Dios porque algún pez ha muerto.
Escrito como crítica a los derrames de petróleo, fábricas, pesca indiscriminada, etc., esperemos que un día cercano Dios llore pero de alegría…
Un pez.
(Por Richard Pelaez)
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