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AMANTES



Se amaban. No estaban solos en la tierra;
tenían la noche, sus vísperas azules,
sus celajes.

Vivían uno en el otro, se palpaban
como dos pétalos no abiertos en el fondo
de alguna flor del aire.

Se amaban. No estaban solos a la orilla
de su primera noche.
Y era la tierra la que se amaba en ellos,
el oro nocturno de sus vueltas,
la galaxia.

Ya no tendrían dos muertes. No iban a separarse.
Desnudos, asombrados, sus cuerpos se tendían
como hileras de luces en un largo aeropuerto
donde algo iba a llegar desde muy lejos,
no demasiado tarde.

Eugenio Montejo
escritor venezolano fallecido recientemente

Pequeñas Divagaciones

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Y que importa,,,!

Qué cuántos años tengo?, ¡que importa eso!.
Tengo la edad que quiero y siento...

La edad en que puedo: gritar sin miedo lo que pienso...
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido...
Pues tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos...
¡Qué importa cuántos años tengo!
No quiero pensar en ello...
Pues unos dicen que ya soy vieja y otros que estoy en el apogeo...
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte...
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos...
Ahora no tienen porque decir: Eres muy joven no lo lograrás...Eres muy vieja, ya no podrás...
Tengo la edad en que: las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo...
Tengo los años en que los sueños, se empiezan a acariciar con los dedos, las ilusiones, se convierten en esperanza...
Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada...y otras un remanso de paz, como el atardecer en la playa...
¿Qué cuántos años tengo?
No necesito con un número marcar... pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones rotas... Valen mucho más que eso...
¡Qué importa si cumplo veinte o treinta!... Pues lo que importa: es la edad que siento...
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos...
Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos...
¿Qué cuantos años tengo?...
¡Eso a quién le importa!...
Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento...
Escrito de Pryncesazul

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Un regalo improvisado..


Mil Palabras Dijo Un Poeta
Para Expresar Su Sentir
Pero Mal Se Ha De Sentir
Cuando Apenas Miro El Firmamento
Y Con Palabras Entre Diente Dijo :
Te Quiero Aunque Estes Ausente
Hay Quienes Entre La Suave Brisa
Caminan Sin Saber Adonde Ir,
Y Hay Quienes Se Balancean
En El Medio De La Nada
Esperando Ser Amada.
Sera Que La Suave Brisa
Es El Amor Que Esperaba?
O En El Vaiven Del Balance
El Vendra De La Nada?
Regalado Por: Mercedes
en el chatito de Divas

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BAJO LA DULCE LÁMPARA...


Bajo la dulce lámpara,
el dedo sobre el atlas entretenía al muchacho en ilusorios viajes
y un turbador perfume de aventuras
salpicaba de sangre el mar antiguo de los corsarios.
Los galeones, como flotantes cofres de tesoros,
eran abordados por las naos piratas
y el yatagán, las dagas, los alfanjes se hundían
en los cuerpos cobrizos y las manos violentas
arrancaban la oreja donde el zafiro lucía como Vega en la noche.
Las arcas destrozadas de alcanfor y palosanto
volcaban el carey, las telas suntuarias
y el coral, no tan ardiente como el beso del bucanero
en los pálidos labios de las virreinas.
Las antiguas colonias Veracruz, Puerto Príncipe,
el índigo Caribe y las islas del Viento
conocen las hazañas de bajeles fantasmas
y Maracaibo canta con los esclavos su desgana
a la luz que deshace la cabellera ébano de los banjos
en un río de jengibre.
Otras veces al soplo suave de Favonio,
empujado por Tetis y las verdes Nereidas,
el Mediterráneo dorado por la escama de los delfines
dejaba su plegaria fugitiva de algas
en las votivas gradas de los templos.
Allí Venecia en el otoño adriático
mece en la ola púrpura su cesto de corrompidos frutos,
desfalleciente en el abrazo joven de los gondoleros,
y las jónicas islas
se yerguen como mitras de mármol sobre las aguas.
En su lento carro de bueyes rojos avanza Egipto
y Alejandría, Esmirna, Ptolemaida, brillan en la noche
como un velo bordado de sardios
cuyos pliegues sujeta la diadema de Estambul
allá en el Bósforo fosforescente.
El incansable dedo atravesaba Arabia
y el cálamo aromático ceñía con un mismo turbante de cansancio
las cinturas de los amantes.
Al crepúsculo,
surgía Persia como un lento girasol de fastuosidades,
y el bárbaro etíope, negro fénix llameante,
consumía sus entrañas en el furor celoso de la caza
mientras Ceylán los bosques de canela y caoba
silenciaba con el ala de sus pájaros misteriosos.
Muchacho infatigable, bajo la dulce lámpara,
tal vez buscaba una secreta dicha
apenas confesada en su interior.
Cuando los días pasaron, él ya supo
que su destino era esperar en la puerta mientras otros pasaban.
Esperar con un brillo de sonrisa en los labios
y la apagada lámpara en la mano

Pablo García Baena
Reciente ganador del Premio Iberoamericano Reina Sofía

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