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LEÑADOR



Quedó sobre las hierbas
el leñador cansado,
dormido en el aroma
del pino de su hachazo.
Tienen sus pies majadas
las hierbas que pisaron.
Le canta el dorso de oro
y le sueñan las manos.
Veo su umbral de piedra,
su mujer y su campo.
Las cosas de su amor
caminan su costado;
las otras que no tuvo
le hacen como más casto,
y el soñoliento duerme
sin nombre, como un árbol.

El mediodía punza
lo mismo que venablo.
Con una rama fresca
la cara le repaso.
Se viene de él a mí
su día como un canto
y mi día le doy
como pino cortado.
Regresando, a la noche,
por lo ciego del llano,
oigo gritar mujeres
al hombre retardado;
y cae a mis espaldas
y tengo en cuatro dardos
nombre del que guardé
con mi sangre y mi hálito.

De: Gabriela Mistral
El grabado es obra de Van Gogh (Leñador)

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Antología de Gabriela Mistral



LA FLOR DEL AIRE

Yo la encontré por mi destino,
de pie a mitad de la pradera,
gobernadora del que pase,
del que le hable y que la vea.

Y ella me dijo: "Sube al monte.
Yo nunca dejo la pradera,
y me cortas las flores blancas
como nieves, duras y tiernas."

Me subí a la ácida montaña,
busqué las flores donde albean,
entre las rocas existiendo
medio dormidas y despiertas.

Cuando bajé, con carga mía,
la hallé a mitad de la pradera,
y fui cubriéndola frenética,
con un torrente de azucenas.

Y sin mirarse la blancura,
ella me dijo: "Tú acarrea
ahora sólo flores rojas.
Yo no puedo pasar la pradera."

Trepe las penas con el venado,
y busqué flores de demencia,
las que rojean y parecen
que de rojez vivan y mueran.



RIQUEZA

Tengo la dicha fiel
y la dicha perdida:
la una como rosa,
la otra como espina.

De lo que me robaron
no fui desposeída:
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida,
y estoy rica de púrpura
y de melancolía.

¡Ay, qué amante es la rosa
y qué amada la espina!

Como el doble contorno
de dos frutas mellizas,
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida....




VERGÜENZA

Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa
como la hierba a que bajó el rocío,
y desconocerán mi faz gloriosa
las altas cañas cuando baje el río.

Tengo vergüenza de mi boca triste,
de mi voz rota y mis rodillas rudas.
Ahora que me miraste y que viniste,
me encontré pobre y me palpé desnuda.

Ninguna piedra en el camino hallaste
más desnuda de luz en la alborada
que esta mujer a la que levantaste,
porque oíste su canto, la mirada.

Yo callaré para que no conozcan,
mi dicha los que pasan por el llano,
en el fulgor que da a mí frente tosca
y en la tremolación que hay en mi mano...

Es noche y baja a la hierba el rocío;
mírame largo y habla con ternura,
¡que mañana al descender al río
la que besaste llevará hermosura!



Recordando la fecha de su muerte
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Me quedo aquí


Yo no puedo morir por ti,
no puedo pasar el tiempo escribiendo,
extrañándote, cómo si me fuera la vida en ello,
no puedo pasearme de un lado a otro,
entre las paredes de un cuarto,
sólo para que no se me vaya tu recuerdo,
no tengo la cobardía que es necesaria
para decirle a todo el mundo
que me estoy muriendo por ti,
yo no puedo cavar mi tumba
para conseguir tu olvido,
que las otras te amen, si quieren,
hasta que se desangren,
hasta que no les queden lágrimas en los ojos,
siempre ha sido así,
todas aquellas que dicen amarte,
pueden morir por ti.

No espero que entiendas lo que te escribo,
no hace falta mas que un poco de verdad
para no ser una de esas historias que se pueden escribir,
¿de qué me sirve tu dolor si ya tengo suficiente?.

Yo no quiero contarle a nadie que existes,
a los solitarios les dejo el llanto,
la esperanza para los olvidados,
esos que se mueren de tristeza
que se pasan la noche encerrados,
esos, que nadie se ha dado cuenta,
son los egoístas, los que a fin de cuentas,
siempre han de estar solos.

Yo me quedo con tus ojos,
con esta nostalgia de no querer que te vayas,
de retenerte en esta parada de autobús,
porque no hay más destino que esta noche fría,
me quedo con aquella vez
que tatuaste tu nombre en mi brazo,
con mi felicidad que tu no conocías,
porque eras para mi sin que lo supieras.
Las otras han de decir que te extrañan,
que sin ti no viven,
que se mueren de ganas por uno de tus besos,
por esa sonrisa que no cabe en el sol.
Yo me quedo aquí, con dos o tres palabras,
con las cosas que siempre te invento.

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